"¿Cómo estás?" me preguntó.
"Asolsticiada" le contesté. Aún sentía los ojos hinchados de tanta tensión y tristeza descargada en lágrimas.
Los finales de curso son confusos: cansancio acumulado, aún rutinas que cumplir, y a la vez, varios acontecimientos extraordinarios. Hay festivales y primeros días de salir hasta tarde, cuando al fin refresca. A las infancias les cuesta dormirse con tanta luz y calor, y empiezan a molestarnos los mosquitos.
El cuerpo nos pide ya jarana y playa, y a la vez quizás no hayamos terminado el cambio de armario.
¿Te has fijado que en Navidad pasa algo parecido pero al contrario?: el cuerpo nos pide silencio y descanso, y tenemos muchas cenas y eventos sociales, además del cansancio tras tantas semanas de horarios y obligaciones.
También se avecina el cambio de la rutina a las vacaciones, y esto también nos demanda ajustes familiares que no siempre se dan solos ni son sencillos.
¿Te pasa? ¿O vives todos estos cambios con energía e ilusión?
Además, terminamos el curso a la vez que el solsticio, momento que me inspira a recopilar los logros y aprendizajes de los últimos meses y plantar semillas e intenciones para los siguientes.
Personalmente trato de anticiparme (y muchas veces no llego). Sin embargo, el ser consciente me ayuda a entender lo que pasa. De dónde viene esa fricción que siento. Entender que estos días esas incoherencias se perciben con más intensidad. Entender que eso duele, y que a la vez, también puede darnos mucha información.
Ahondar, escribiendo. Indagando conmigo misma.
Tal vez llegan las preguntas que nos pueden ayudar y desde ahí, puedo tratar de poner otras soluciones. O no exigirme más ahora, y por unos días, dejarme llevar y confiar en que algún tipo de alivio, descanso y respuesta llegará. Todo a su tiempo.